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Son, dijo la voz sintética del autobús, las dieciocho horas y cuatro minutos del veinticinco de abril de dos mil doce
Sin darme cuenta, había llegado al futuro.
Bajé del autobús, y comencé a caminar bajo los últimos rayos de sol (quizás los últimos), sin entender cómo había llegado aquí, qué me había sucedido, qué iba a hacer ahora.
Caminaba, y miraba a la gente de este futuro, y en todos veía lo mismo, todos perdidos, o asustados, o ambas cosas, todos preguntándose qué les había sucedido.