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Dos apuntes sobre política española.

Dos apuntes sobre política española:


Deberíamos desterrar el concepto de ganar las elecciones. No es un partido de fútbol. Debería terminar los políticos saliendo al balcón celebrando, los hichas festejando y cantando himnos.

Si algo son unas elecciones es una entrevista de trabajo para un cargo político. Si tras una entrevista de trabajo te ofrecen el puesto, te alegras, por supuesto, y seguramente lo celebres en privado; pero no te presentas frente a tus nuevos jefes gritando He ganado la entrevista, ni ellos te aplauden y te jalean (o, peor, insultan a los otros candidatos). Porque esa masa que se reúne bajo los balcones son parte de los ciudadanos, los que han dado el trabajo a estos candidatos. La actitud correcta sería, si acaso, agradecer la confianza, y prometer que te vas a esforzar a estar a la altura. Y nosotros, los votantes, asentir, y estar vigilantes.

Y en estas elecciones, la entrevista era para elegir el Congreso de los Diputados y el Senado. No para elegir el gobierno. Parte de las labores del Congreso, una vez que se forma, es elegir el gobierno. Esa narrativa de Hemos ganado las elecciones y por eso tenemos derecho a gobernar es errónea en su totalidad.


Se habla mucho últimamente de la necesidad de reconocer España como una entidad plurinacional. Sería, desde luego, un avance frente a la cosa gris y monolítica donde sólo caben unos pocos que el nacionalismo español defiende. Y sería, a mi pesar, un reconocimiento de sentimientos reales que mucha gente tiene. Pero mi aspiración, que ningún partido defiende, no es la plurinacionalidad, sino la anacionalidad. Superar por fin los sentimientos tribales (mantenerlos, si acaso, para las Olimpiadas y similares, pero ya), y aceptar que somos personas libres, que no debemos fidelidad a una idea ni al trapo de colores que la simboliza.

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